viernes, 25 de mayo de 2012

Jean-Louis Besson y Georg Büchner


Edición comentada de Léonce et Léna de Jean-Louis Besson y Jean Jourdheuil

Como ya sabéis, me encuentro de «retiro» a las orillas del lago Lemán, en la preciosa ciudad de Lausana.

Hace unos días, andaba curioseando por Internet y me encontré con que aquí cerca, a poca distancia de casa, está el Centro de Traducción Literaria de Lausana, en la Universidad de Lausana (UNIL). Vi que celebran algunos seminarios y encuentros muy interesantes, y tienen una página web muy simpática, así que me decidí a escribirles, para ver si podía unirme a alguna de sus actividades.

Y así fue: recibí una contestación casi inmediata de su directora, Irene Weber Henking, que rápidamente me invitó a asistir al encuentro con el traductor y actor francés Jean-Louis Besson que tendría lugar al día siguiente (el 10 de mayo). La cosa prometía interesante y, de hecho, lo fue, así que aquí os traigo mis impresiones.

El encuentro con Jean-Louis Besson se encuadraba en el seminario de traducción literaria del alemán de la UNIL cuyos alumnos habían estado analizando en sesiones anteriores la traducción al francés elaborada por Jean-Louis Besson de Leonce und Lena, una de las obras del dramaturgo alemán Georg Büchner.

EL AUTOR

Georg Büchner
Tengo que reconocer que no conocía a este autor y me ha encantado descubrirlo gracias a este seminario y a un experto en él como es Jean-Louis Besson. En Alemania es conocidísimo. Tanto que, de hecho, el Premio Nacional de Literatura alemana lleva su nombre.

Si tenéis curiosidad, leed su biografía: es muy interesante. Lo más destacable de su figura (que sobre todo ayuda a comprender la trascendencia de su obra) es que era hijo de padres ateos (cosa que influyó notablemente en su pensamiento); no solo se dedicó a la literatura, sino que desde muy joven se metió en política, participando en toda clase de actividades subversivas que le valieron tener que exiliarse de Alemania y ser perseguido por traición; que estudió Medicina en la Universidad de Estrasburgo; que llevó a cabo investigaciones biológicas precursoras del darwinismo; y que, finalmente, falleció a la edad de 23 años el 19 de febrero de 1837.

Solo llegó a escribir tres obras de teatro: Dantons Tod (La muerte de Danton), Leonce und Lena (Leoncio y Lena, que fue de la que nos habló Jean-Louis Besson) y finalmente Woyzeck, que quedó inconclusa y fragmentada, y es la primera obra de teatro en alemán cuyos protagonistas pertenecen a la clase trabajadora.

EL TRADUCTOR

La verdad es que fue todo un placer asistir a la charla de Jean-Louis Besson dirigida por Irene Weber Henking. Jean-Louis Besson es traductor, actor y actualmente profesor en la Sorbona. Es una persona interesantísima, muy sabia y un gran experto de la obra de Georg Büchner.

En primer lugar, Besson nos habló de su fascinación por Büchner, un autor del que ha traducido su escasa obra al francés y por el que se nota que siente una gran admiración. Nos contó que la oportunidad de traducir a Büchner se le presentó de manera tangencial, pues sus primeras traducciones, hechas en colaboración con el dramaturgo Jean Jourdheuil, estaban pensadas para ponerlas en escena. Y eso nos lleva a una reflexión muy interesante: no es igual ni está concebida de la misma manera una traducción de una obra hecha para ser representada que escrita para ser leída o traducida al detalle para ser estudiada (en una edición comentada como la que nos ocupaba, por ejemplo).

Jean-Louis Besson se ha enfrentado a todas esas distintas modalidades y lo tiene claro: la mente del traductor no está puesta en las mismas cosas en cada caso. Cuando una obra va a representarse, el director de la obra tiene mucho que decir sobre la traducción (de esa colaboración puede salir algo muy fructífero) y si, además, el traductor conoce de antemano a los actores o el tipo de puesta en escena que se va a desarrollar, puede apoyarse en elementos extralingüísticos muy valiosos que van más allá de las palabras (un gesto, el acento de determinado actor, su gestualidad, etc. son herramientas utilísimas).

En segundo lugar, la edición genérica en papel tiene que centrarse en otros factores. Ha de ser comprensible a la lectura, fluida y sin demasiadas trabas. Por último, la edición comentada permite al traductor incluir información en sus notas que puede ser de mucha utilidad para posibles directores que decidan llevar al escenario la obra en cuestión, pero también, para los curiosos y los estudiosos. Como Besson nos dice, con su edición comentada de sus obras completas así ha sido: algunos directores de teatro le han llamado para preguntarle dudas y hacerle sugerencias que, en muchos casos, dan que pensar incluso al propio traductor y experto en la obra.

En este vídeo podéis ver a Jean-Louis Besson leyendo un divertidísimo texto de Karl Valentin titulado
Teatro obligatorio (en francés).

LA OBRA

La obra que nos ocupaba era Léonce et Léna (traducido en español por Leoncio y Lena). Besson nos explicó que Georg Büchner escribió esta obra para presentarse a un concurso literario y que durante muchísimo tiempo se consideró una obra menor, una mera comedieta romántica de enredo entre dos príncipes de dos reinos ficticios de nombre ridículo.

Leoncio y Lena, en una representación de
la adaptación a ballet
Fue Antonin Artaud quien aseguró que Léonce et Léna era una obra extraordinaria, cargada de ironía y crítica social.

Básicamente, la historia de la obra es la de un príncipe del pequeño reino de Popó cuyo padre le informa de que tiene que desposarse con la princesa de reino vecino, el reino de Pipí. Leoncio, que desprecia la política, decide huir del reino y fugarse a Italia para, básicamente, darse al dolce far niente. Sin embargo, antes de llegar a su destino se topa en una posada con una bella joven de la que se enamora perdidamente. La muchacha no es otra que Lena, que está haciendo exactamente lo mismo que él: huir del matrimonio concertado. Mientras tanto, el padre de Leoncio ha organizado unos fastos increíbles en el reino para celebrar la boda (forzando a sus súbditos, explotados y empobrecidos, a participar en el asunto), y cuando se entera de que su hijo ha desaparecido, decide celebrar la boda «en efigie» y casa a dos maniquíes que habían aparecido por allí. Por supuesto, dentro de los maniquíes se encuentran Leoncio y Lena, que finalmente se rinden ante su destino, que, de algún modo, ha acabado atrapándolos.

Otro cartel del ballet, que me parece precioso.
Besson nos explica que la obra está cargada de préstamos y referencias a Shakespeare (al que Büchner admiraba muchísimo), a Musset, a Goethe, etc. (dificultad a la que, inevitablemente, ha de enfrentarse el traductor); que tanto Leoncio como Lena, como los demás secundarios, son personajes caricaturescos, y sobre todo en él desarrolla dos facetas muy marcadas: Leoncio es soñador, enamoradizo y seductor, pero su posición hace que también sea una persona destinada a ser el pequeño dictador de su reino, por lo que en él mismo hay romanticismo, pero también crítica política.

Según el propio Büchner: «Leoncio y Lena es una comedia dictada por el odio».

Leoncio y Lena es una obra que marca el fin de una época y en la que se conjuga la comedia y el drama, cosa que hasta entonces no era lo más habitual. Es curioso pensar en las revoluciones cargadas de ironía, pero la verdad es que eso no tiene nada absurdo. De hecho, tal y como nos recuerda Jean-Louis Besson, en palabras de Karl Marx: «El fin de una época siempre es cómico».

Podéis leer las obras completas de Büchner en español publicadas por la Editorial Trotta. No sé qué tal estará la traducción, pero, de momento, la editorial ni siquiera menciona el nombre del traductor...

Mañana volveré al CTL para otro seminario, esta vez con Mijaíl Shishkin y su traductor al francés Nicolas Véron, para hablar de su novela Deux heures moins dix. ¡Ya os contaré!

miércoles, 2 de mayo de 2012

La ciudad junto al lago



Obélix pregunta sorprendido: "¿Tienen un lago aquí?"




Pues sí, me marcho, os dejo, me voy. Me marcho una vez más a Suiza, pero esta vez no me espera Basilea, la Basilea germana, en la que antes me esperaba la rutina y lo conocido. No, esta vez me marcho con este señor a la aventura, a la ciudad del lago, al cantón francófono (que ya le tenía ganas yo, sí señor), a lo desconocido, a labrarnos por allá una nueva rutina durante un par de mesesillos...

Ese fue el lugar al que acudieron Astérix y Obélix a buscar la Edelweiss, y allá voy yo, con una rosa toscana bajo el brazo (y unas maletas llenas de ropa "cebollera", para ir poniéndomela y quitándomela a capas según corresponda). ¡No me lluevas mucho, Suiza, que ya nos conocemos! Supongo que la Suiza francófona me dará más pie a recordar mi Astérix favorito, ese Astérix en Helvecia de locas carreras arriba y abajo de la montaña, y pequeños suizos puntuales que comen fondue y gritan la hora a voz en cuello.

En fin, no me voy a repetir más: si no habéis leído Astérix en Helvecia, no sé a qué estáis esperando.

Mientras tanto, yo me desconecto, me desenchufo y ya veremos en qué condiciones vuelvo a estos lares virtuales (dependerá mucho de si los de Swisscom tienen para mí alguna oferta que no pueda rechazar... :-P).

Seguiré leyéndoos, pero desde esa ciudad suiza junto al lago.