viernes, 20 de enero de 2012

Lo llaman piratería. ¿Lo es o no lo es?

A principios de este año, escribí un estudio sobre la manipulación lingüística y la piratería para una de las asignaturas del máster de lingüística que estoy cursando, con motivo del debate sobre la Ley Sinde que se estaba librando por aquellos días. Como veo que el tema de las connotaciones del término piratería es algo que no decae, voy a poneros un fragmentito aquí. Si os resulta interesante (y me lo decís), puede que me anime a colocar algún otro trozo más.



El advenimiento de las mal llamadas nuevas tecnologías (pues como apunta el dibujante Rubén Fernández(1), algo que ya tiene tantos años no debería adjetivarse como nuevo, aunque sea cierto que estén en constante evolución) y sobre todo el uso de Internet se van generalizando poco a poco gracias, entre otras cosas, a las redes sociales, al florecimiento de una concurrida blogosfera y al desarrollo de nuevos foros virtuales. Debido a ello, toda una serie de conceptos tradicionales de la industria y de la comunicación han empezado a cambiar de manera irreversible. Las formas de compartir archivos evolucionan inexorablemente y con ellas, los soportes digitales en los que estos se pueden reproducir: al principio fue la copia musical(2) y los reproductores de mp3 y ahora poco a poco está llegando la revolución del libro electrónico. Es evidente que la industria encargada de distribuir y comercializar aquello que les ha dado por llamar contenidos culturales, que viene a ser un cajón de sastre conceptual en donde caben discos, libros, películas y demás, tiene que notar este tipo de cambios. Si el impacto es positivo o negativo es algo todavía difícilmente demostrable, entre otras cosas, porque todo está cambiando muy rápidamente y es muy complicado calibrar algo así solamente en función de datos estadísticos sesgados o interesados(3).

Además, las formas de comunicación también están cambiando en el sentido de que, en teoría, cualquier persona puede dar su opinión en un foro público y la expresión no está reservada solamente a las élites, para que puedan moldear a voluntad la opinión de los ciudadanos. Y, sin embargo, a efectos prácticos, como veremos, los medios de comunicación siguen empleando un lenguaje cargado de ideología, las tácticas de manipulación del lenguaje funcionan de la misma manera y bajo los mismos preceptos, como nos dice Chomsky:
En pocas palabras, el público en general ha de ser reducido a su apatía y obediencia tradicionales y expulsado del foro del debate y la acción políticos, para que la democracia pueda sobrevivir(4).

En resumen, los principales medios de comunicación —en particular, los medios de élite que establecen el programa que los demás suelen seguir— son grandes empresas que «venden» públicos privilegiados a otras empresas. No podría constituir una sorpresa el hecho de que la imagen del mundo que representan reflejara las perspectivas y los intereses de los vendedores, los compradores y el producto(5).

En este contexto, una parte muy visible y con muchísima presencia en los medios de comunicación de los integrantes de la industria cultural (véanse las declaraciones de Alejandro Sanz(6), el artículo de Javier Bardem(7), el de Fernando Savater(8), las declaraciones de Ramoncín(9), etc.) se han erigido en defensores a ultranza de los derechos de autor, considerando estos como un auténtico símbolo de la protección de la cultura. Según ellos, gracias a la protección de los derechos de autor, se «salvará» el «mundo de la Cultura, que está viendo perjudicada su propia existencia»(10). Indagando en la historia del copyright y los derechos de autor, vemos que hay muchas luces y sombras en torno a esta premisa de que los derechos de autor son la panacea que salvará del hambre y la extinción a los susodichos autores (especialmente interesantes a este respecto son las consideraciones de Richard Stallman en su obra Software libre para una sociedad libre)(11), aunque aquí no me detendré en esto, pero es útil tenerlo en cuenta para no caer en una simplificación de las ideas.

Volviendo a los defensores de los derechos de autor, es relativamente normal que un sector que tiene intereses directos en el asunto trate de inclinar la balanza en favor de la protección de esos mismos intereses, elevándolos a derechos inquebrantables si es necesario. Lo que resulta a todas luces desmedido es que de sus declaraciones se desprende que son un colectivo totalmente radicalizado(12), que se distingue por no prestarse a escuchar más argumentos que los suyos propios, que pretenden establecer un sistema de valores morales que salvaguarde sus intereses (o más bien, los intereses de la industria que los respalda) y que están empleando, voluntaria o involuntariamente, todo el poder del lenguaje para lograr sus objetivos.

Entre las perversiones semánticas que se ven y oyen diariamente en los medios de comunicación, una de las más llamativas es el uso del término piratería como sinónimo de «infracción de los derechos de autor».

No se puede negar que el colorido de la palabra piratería es evidente(13). El significado denotativo del término lo encontramos en la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar:
Constituye piratería cualquiera de los actos siguientes:
a)     Todo acto ilegal de violencia o de detención o todo acto de depredación cometidos con un propósito personal por la tripulación o los pasajeros de un buque privado o de una aeronave privada y dirigidos:
    i)     Contra un buque o una aeronave en alta mar o contra personas o bienes a bordo de ellos;
    ii)     Contra un buque o una aeronave, personas o bienes que se encuentren en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado;
b)     Todo acto de participación voluntaria en la utilización de un buque o de una aeronave, cuando el que lo realice tenga conocimiento de hechos que den a dicho buque o aeronave el carácter de buque o aeronave pirata;
c)     Todo acto que tenga por objeto incitar a los actos definidos en el apartado a) o el apartado b) o facilitarlos intencionalmente(14).

Claramente, en nuestro caso asistimos a un contagio semántico del término hacia una actividad que hasta el momento, no recibía ninguna denominación. En un principio, denominar piratería a la acción de hacer un uso no autorizado de una obra protegida por derechos de autor busca evidentemente trasladarle parte del significado que acabamos de ver de piratería naval (robo con violencia y enajenación de las pertenencias ajenas). Es decir, todo aquello que se denomine piratería o a todo aquel al que se tache de pirata, adquirirá automáticamente el estatus de ladrón, por contagio semántico(15). Nos lo explica David Bravo en su libro Copia este libro, en referencia al Plan Antipiratería(16) promovido por el Ministerio de Industria Turismo y Comercio en 2005:
Uno de los objetivos del Plan es realizar un retrato robot del pirata modelo con cuestionarios que los identifique y los clasifique. El problema es que “los infractores” no son un grupo abarcable por un cuestionario. Varios millones de personas descargan obras de las redes P2P que después copian a amigos que las disfrutan con sus padres que las prestan a los compañeros de trabajo. El término piratería que usa el gobierno es tan amplio que el cuestionario revelará que de él no se salva ni la mayor parte de los que lo han redactado. Las demandas llevadas a cabo en buena parte del planeta por el uso de las redes P2P, ya han hecho pasar por los tribunales a un juez alemán, un cocinero francés y un concejal inglés. El perfil del pirata, entendido como lo malentiende la industria, es tan expansivo que podría englobarnos a todos. Ni patas de palo ni parches en el ojo, solo ciudadanos corrientes y molientes atosigados por usar los aparatos que a veces venden las mismas empresas que más se quejan por la “piratería”(17).

Y sin embargo, los mismos que han acuñado este despectivo término para referirse a todos aquellos que, según su punto de vista, roban la propiedad intelectual ajena, no se sienten demasiado felices con dicha metáfora marítima porque la consideran demasiado suave. El abogado José María Tourné Alegre así lo explica:
Muchas son las posibles acepciones e interpretaciones del término y existe unanimidad entre todos los colectivos afectados por la misma en denostar el término por el carácter romántico, aventurero y sin apenas reproche social que conlleva. Sin embargo, nadie ha sido capaz de encontrar otro que lo sustituya(18).
Es decir, nos encontramos ante el hecho de que los que emplean el término para aprovechar su connotación negativa se lamentan de que ese mismo término tenga ciertos componentes positivos como son su carácter romántico y de desafío a la autoridad, porque lo que querrían sería utilizar un término que no dé pie a interpretaciones positivas, como las que en muchas ocasiones les ha atribuido la literatura y el cine a los piratas. Aquí es cierto que caen en la trampa de pensar que el lenguaje configura inevitablemente el pensamiento: no comprenden que quizá la población no percibe los actos que ellos definen como robo carente de ética e incitación a la delincuencia porque no lo son en un sentido estricto, sino que dependen de la interpretación que ellos atribuyen a actos que no en todos los casos son ilegales(19).

La lectura totalmente maniquea que hacen en nombre de la defensa de la industria cultural ciertos personajes públicos y algunas asociaciones (una suerte de «estás con nosotros o estás contra nosotros») no se ajusta a una realidad en la que puede haber muchos matices, algunos de ellos de carácter jurídico. Por ejemplo, las limitaciones al derecho a la copia privada o la definición de lucro indirecto o directo son cuestiones que admiten muchísimas interpretaciones y matices y no es de recibo una única visión radical, por lo que elevar a categoría de «robo con violencia» una serie de actividades como la descarga que ni siquiera están recogidas en las leyes carece de sentido y enciende las alarmas del abuso del lenguaje y la manipulación de las ideas. Así lo expone en su glosario sobre términos que deberían evitarse la Free Software Foundation, fundación creada entre otros por Richard Stallman, creador del proyecto GNU en favor del software libre:
«Piratería»
Los editores utilizan a menudo la palabra «piratería»para referirse a las copias que ellos no permiten. De este modo, sugieren que, en cuestiones de ética, equivale a abordar barcos en alta mar y secuestrar y asesinar a la gente que viaja en ellos. Basados en dicha propaganda, han logrado que la mayoría de las leyes de todo el mundo prohíban la copia en la mayoría o en todas las circunstancias, según el caso, y siguen presionando para seguir restringiendo de forma más estricta.
Si usted no cree que copiar sin la autorización del editor sea sinónimo de secuestrar y asesinar, es preferible que no utilice la palabra «piratería» para describirlo. Existen términos neutrales que se pueden usar en lugar del anterior, como «copia no autorizada» o «copia prohibida» (para una situación que sea ilegal). Algunos de nosotros incluso podríamos preferir un término positivo, tal como «compartir información con el prójimo»(20).

Parece claro que en todas estas cuestiones, es necesario un meditado análisis jurídico y un profundo estudio de los nuevos entornos de intercambio y distribución para determinar en qué medida los usos y costumbres digitales tienen o no cabida en las leyes actuales y cuáles de ellos habría que prohibir tajantemente y a cuáles de ellos habría que adaptarse. Por esta razón, adjetivarlos como ilegales supone una clara voluntad de manipulación y modelación de la realidad lejos del rigor y con unos objetivos claros y específicos de decantar esa realidad hacia los intereses particulares de aquellos que obtienen beneficio económico de una u otra manera.

Es el caso, por ejemplo de la evidente peyorización que ha sufrido de un tiempo a esta parte el término descarga, que en los medios de comunicación de todas las tendencias políticas se ha empezado a ver adjetivada alegremente por ilegal, hasta tal punto que la acción de descargar (o bajar) de Internet, de por sí neutra y muy general, una acepción no recogida por el Diccionario de la Real Academia, que proviene de la traducción del término download y puede remitir a casi cualquier cosa (descargar un archivo que alguien te envía por correo electrónico, descargar una foto de un álbum de fotos de un amigo, descargar un disco de una red P2P, pero también descargar mientras se ve un vídeo en YouTube por streaming...), está absorbiendo la connotación terriblemente negativa de ese adjetivo que se le presupone, porque descargas ilegales casi se considera un pleonasmo. Lo vemos en el artículo del país Avatar rompe otro récord, ahora en piratería(21), en el que se mencionan los millones de descargas de la taquillera película, dando por hecho el carácter ilegal y pirata de dichas descargas. En ese sentido, no parece haber mucha salvación posible en la caída a los infiernos semánticos de descarga, un término aparentemente neutro, que ha abandonado su neutralidad para pasarse al bando pirata y a personificar ese robo con violencia de los bucaneros digitales(22).


REFERENCIAS
> Ilustración de Txomín Medrano, de El pirata Garrapata.
(1) Rubén Fernández, ¿Hasta cuándo las nuevas tecnologías van a seguir siendo nuevas?, El Jueves, Nº 1713, marzo 2010, pág. 8.
(2) Fontdevilla y Monteys, Para ti que eres joven (El futuro de la música), El Jueves, Nº 1660, marzo 2009, págs. 56-57.
(3) La SGAE se encarga a sí misma los estudios antipiratería (Antonio Delgado en soitu.es, 30-01-2009).
(4) CHOMSKY, N. (1992). Control del pensamiento en las sociedades democráticas. Madrid, Libertarias/Prodhufi, pág. 11.
(5) Ibid., pág. 17.
(6) Alejandro Sanz equipara los derechos de autor a los de los niños africanos (Público, 20-01-2011)
(7) El botón mágico (Javier Bardem, El País, 24-12-2010)
(8) Colegas de ‘Mad Max’ (Fernando Savater, El País, 28-01-2011)
(9) Ramoncín responde a las críticas a su versión de Nirvana (Rolling Stone, YouTube, 16-10-2010)
(10) Confío en que habrá una Ley Sinde (El País, 25-12-2010)
(11) STALLMAN, R. M. (2004). Software libre para una sociedad libre. Madrid, Traficantes de sueños, mapas.
(12) Bautista arremete contra los “pendejos electrónicos” por las críticas al canon (Libertad digital, 14-11-2003)
(13) Maikel y Monteys, Todos somos sospechosos. Descargas de Internet. El Jueves, Nº 1683, agosto 2009, portada.
(14) Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar.
(15) Manuel Bartual, El detective de la SGAE, El Jueves, Nº 1660, marzo 2009, pág. 40.
(16) Plataforma Antipiratería
(17) BRAVO BUENO, D. (2005) Copia este libro. España, Ed. Dmem, S.L., pág 76.
(18) TOURNÉ ALEGRE, J. M. (2007). Los derechos de la propiedad intelectual en relación con la sociedad de la información. La Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y el comercio electrónico. Consejo General del Poder Judicial, pág. 43.
(19) La piratería no existe (Juan Gómez-Jurado, Alt1040, 28-01-2011)
(20) Palabras y frases confusas que vale la pena evitar, Free Software Foundation.
(21) Avatar rompe otro récord, ahora en piratería (El País, 22-12-2010).
(22) Comentario del minuto 3:05 del vídeo: Ramoncín responde a las críticas a su versión de Nirvana (Rolling Stone, YouTube, 16-10-2010)