domingo, 30 de mayo de 2010

Basel Lebensfreude

(Ay que ver lo germánica que estoy últimamente, que todos los posts terminan con un título en alemán...).

De Basel 2009


Pues como es costumbre, tenía pendiente escribir mis post anual sobre Basel, ¡claro que sí! Esta ciudad suiza que nos roba un mes de cada año...

Y es lo que le estaba diciendo a Alba: volver a Basilea (perdón por la no-traducción... Basilea siempre resulta más largo y menos descriptivo, por decirlo de alguna manera) es como regresar a la casa de la playa, esa que no pisabas desde hacía un año y en cuyas esquinas se acumulan indolentes las pelusas de polvo... En fin. Así dicho no suena muy alentador, pero pensad en lo que ocurre después de llegar a la casa de la playa: te vienen a la cabeza todos los buenos recuerdos, todas las pequeñas cosas que echabas de menos y ni siquiera se te había ocurrido pensar en ellas el resto del año: aquella heladería del pueblo que hacía los helados más ricos, la esquinita de la playa donde te gustaba tumbarte a tomar el sol...

En Basel hoy no hace sol, aunque tengo que agradecer que la temperatura se mantenga a unos niveles razonables para la ropa primaveral que traigo, pero las cosas son algo por el estilo: retomamos un trabajo que nos espera de año en año (eso siempre es reconfortante), pero que a la vez siempre supone un reto (cosa que resulta imprescindible), reencontramos viejos amigos, (que están aquí o vienen y van, ¡o que vienen a vernos!) y superamos viejos traumas (de caídas, pérdidas, extravíos y demás)...

Además, de año en año vamos mejorando también: éste, por ejemplo, nos alojamos en un verdadero apartamento y no la cajita-cuchitril donde estábamos en años anteriores (aunque para ello hayamos tenido que abandonar el Gundeli, que es un barrio por lo demás con mucha personalidad propia), ¡tenemos cocina! (cosa que nos da más sensación de estar en casa)... Pero vamos, por el resto, todo transcurre plácidamente...

Además, todos los años una se enfrenta a sensaciones parecidas: al principio, da pereza marcharse de Madrid, por supuesto (hacer maletas, recoger y organizarlo todo nunca ha sido lo mío) ; cuando aterrizo en Basel, siempre me alegro de estar de nuevo aquí... Luego comenzamos el trabajo, que por lo general es absorbente y agotador... Así que hace falta una semana al menos para acostumbrarse a esa curiosa sensación de desarraigo de la rutina y rutina nueva, soledad y socialización... Eso es difícil de explicar.

Pero cuando pasa una semana y al cuerpo se le quita el jet-lag imaginario, entonces se recupera en cierta medida la calma, y la verde y setentera Basel, llena de ingenios mecánicos, basiliscos y gigantes de cuento, se convierte de nuevo en nuestra segunda casa.


[Fotos: 1) Crepúsculo sobre el Rín, una tarde cualquiera de junio de 2009 (cosecha propia); 2) La torre del Banco de Pagos Internacionales (pasa lo mismo que con Basilea-Basel, que nosotros lo llamamos BIS cariñosamente), de entre todos, uno de los lugares más familiares para nosotros en Basel; 3) Mi gigante (¿puedo decir que es mío? Si pudiera, me lo llevaría a casa...) del Kannenfeldpark; 4) Nuestro humble abode en Basel, el mío en particular es el que está justo encima del Kaffi Chuchichäschtli (estos suizos, incapaces de ponerle nombre a las cosas sin diminutivizar...), que es donde desayunamos todas las mañanas].

jueves, 20 de mayo de 2010

Ein tolles Finale

Llega este post un poquito tarde, sobre todo después de que no haya habido tanta suerte contra el Sevilla que contra el Fulham, pero ahí va: mi intento de post-ismo deportivo:

La luz del sol iluminó durante una semana el Vicente Calderón (al que, por cierto, echaremos mucho de menos porque ocupa un lugar no sólo junto al Manzanares, sino en nuestros corazones), pues el Atlético, cual ave fénix de entre las cenizas, resurgió de la sequía de títulos para alzarse campeón de la recién creada Europa League (que eulez y yo hemos llegado a la conclusión que debería llamarse Copa de Europa, y la Champions, Liga de Europa, o algo así… Para que la gente deje de poner cara de imbécil tratando de recordar cómo demonios se llama).

¡¡¡¡Y allí estábamos presentes unos servidores, sí señor!!!! La incertidumbre comenzó unos días antes, debido a una «Aschenwolke» o nube de ceniza de ese caprichoso volcán de nombre impronunciable que tiene en vilo los cielos de nuestro viejo continente… Tanto nosotros dos, como los jugadores atléticos, como los rivales de la pérfida Albión, pensamos que la cosa iba a estar difícil para llegar por los aires al norte de las Europas, en la ciudad hanseática libre de Hamburgo donde se celebraba el esperadísimo encuentro. El técnico del Fulham, Roy Hodgson, demostrando muy poca dignidad, dejó caer que lo mejor sería retrasar el partido (menos mal que no le hicieron caso); los del Atlético se fueron con un día y medio de antelación; y nosotros cruzamos los dedos para que nube de ceniza no emponzoñara el espacio aéreo español y pudiéramos volar el miércoles, justo antes del partido.

Finalmente, a pesar de los retrasos, conseguimos llegar a Hamburgo, acompañados de la hinchada atlética, que poblaba ilusionada los aeropuertos allá por donde pasábamos. Después de un merecido descanso en el hotel en donde habíamos reservado habitación junto a la estación de Altona, nos dirigimos al HSV Nordbank Arena, el estadio que esperaba expectante la contienda. Al entrar en el metro, los alemanes habían organizado tan bien la cosa que los atléticos tenían que ir por una vía y los fulhameños por otra… Nosotros acabamos con los británicos. Aterrizamos en una parada del Straßebahn desde donde partían unas lanzaderas que iban directamente al estadio…

¡Impresionante la llegada! El Nordbank Arena se encuentra en mitad de un exuberante parque y, de entre los árboles, surgió el espectacular coliseo bañado por la luz crepuscular, en el que ya bullían la emoción y la anticipación del momento único que nos esperaba…

Las entradas que teníamos estaban a traición junto a la zona del Fulham, territorio enemigo, aunque al final aquello jugó a nuestro favor, pues no creo que una servidora hubiera soportado a los vocingleros atléticos,todos de los nervios, que hubieran sido una maldición en comparación con los flemáticos ingleses que nos flanqueaban.

Al llegar, un tipo desafinado y medio borracho cantaba el himno del Atlético, que resultó ser mucho más auténtico que la impersonal cancioncita machacona de los Black Eyed Peas que les cascaron a los Fulhameños… La afición atlética parecía encendida, aunque desde nuestra posición, se escuchaba más cuando gritaban los ingleses. Después de una extraña ceremonia de apertura en la que el desafortunado portador de la bandera del Atlético se cayó de boca al suelo tras un traspié (provocando la hilaridad de nuestros vecinos ingleses), comenzó el partido, cosa que todos estábamos esperando. El Atlético empezó la escalada hacia la gloria poco a poco, y la primera oportunidad de conquistar la portería contraria llegó en el minuto 11:30, cuando un genial Kun Agüero cedió un precioso pase al uruguayo inefable, cuyo remate desgraciadamente se salió por el palo… Nosotros, claro, nos lamentamos, cosa que nos valió las miradas furibundas de los lacónicos hinchas británicos, que poco a poco se irían acostumbrando a que estuviéramos infiltrados en sus gradas…

Avanzaba la primera parte y el Atlético mantuvo el tipo contra los ingleses, que no cejaban en su intento de profanar el portal de ese cancerbero monumental que es De Gea. Sin embargo, durante la primera parte, el equipo londinense no andaba muy afinado y los balones se les escapaban cielo arriba.

En esas estábamos, después de algún que otro intento de los nuestros, cuando ese pedazo de crack que está hecho Forlán el magnífico recibió un pase picado del argentino sin igual, después de una jugada maravillosa de iniciada por Reyes y proseguida por Simao.

Por desgracia, y como es costumbre de este Atlético sufridor, «el pupas» (o dem Aua, como lo traducía el periódico alemán Berliner Morgenpost), Perea cometió un decisivo error apenas cinco minutos después del gol del uruguayo, que les puso en bandeja a los sajones un tanto de Davies.

No podíamos irnos al descanso con la conciencia tranquila de sabernos pseudo ganadores: las cosas todavía seguían en tablas, y todo empeoró al inicio de la segunda parte, en la que fue como si los atléticos se hicieran invisibles e, incompensiblemente, los ingleses comenzaron a dominar el juego. Los adversarios cada vez estaban más cerca del área rojiblanca y Don Eulez, como buen hincha del Atlético, se desanimó, concediéndoles a los contrarios la victoria anticipada, sobre todo cuando Quique Sánchez Flores decidió sacar al aborrecido Jurado y al indeciso Salvio. (A una servidora le daban hasta penita, de lo mucho que se metía Eulez con ellos).

A pesar de todo, el Kun no cejaba en su intento y trató de meterse hasta el fondo de la portería de Schwarzer: nosotros pensamos que teníamos gol, pero nos quedamos con la miel en los labios.

La tensión duró hasta más allá del minuto noventa, el «pupas» tenía que hacer propósito de enmienda y no dejarse vencer a última hora. Tras conseguir eso, la prórroga casi fue como una bendición… ¡¡¡¡Sobre todo por su resultado!!!! Así, logramos ver de cerca la nueva demostración de genialidad de nuestro u-ru-gua-yo con un taconazo cargado de suerte que entró, vaya si entró, en el minuto 117.

Nuestro goleador favorito no pudo contenerse y se arrancó la camiseta (sí, reconozcámoslo, el muchacho tiene una tabla de lavar por estómago, pero a veces resulta un poco excesivo… A mí me gusta él, no puedo negarlo, pero está exageradamente cachas), ¡¡¡¡¡el frío no existía en el terreno de juego hamburgués!!!!!

Por supuesto, la euforia fue máxima cuando terminó el encuentro. Nuestros compañeros de grada no abandonaron su aire flemático y nosotros aplaudimos, hicimos fotos y esperamos a que el equipo, junto con Sánchez Flores, se acercara a nuestro lado del estadio a saludar, después de la hazaña.
Después de una parada en boxes para repostar con Bratwurst y Bier incluidas, coronamos la noche uniéndonos a los cientos de atléticos que se dirigían a la parada de Straßenbahn y que atestaban el túnel subterráneo que cruzaba las vías. Allí se desató la locura: los tambores animaban, la afición estaba que no se lo creía y todos cantamos al unísono:


¡Loro-lololo-lololo, loro-lolo-loló, loro-lololo-lololo, lololo-lololo, lololo-loló! ¡¡¡¡Atleti!!!!


Fotos: 1) Este no es precisamente el Calderón, pero nos gustó mucho el Nordbank Arena de Hamburgo: un estadio realmente espectacular (cosecha propia); 2) Interior del campo desde nuestras localidades, desde donde se veía la esquina atlética (cosecha propia); 3) El par de monstruos rojiblancos, estos sí que son verdaderos magos del balón y no Oliver y Benji, ¡leches!; 4) Jeje, no he podido resistirme a poner esta foto, aunque he de reconocer que a mí lo de los musculitos excesivos de Forlán no me ponen especialmente... Tengo que reconocer que me gusta más que tenga un twitter; 5) Esto es de otro partido, pero da igual, ¡¡¡De Gea mola!!! Este muchacho tiene futuro: lo veremos en la selección más tarde o más temprano, ya lo veréis; 6) Entrega de la copa, con papelitos plateados ueferos, petardos y chispas de colores, Platinis cabreaos y atléticos contentos... En fin, lo normal; 7) Los atléticos se acordaron de nosotros, los sufridores del lado contrario del estadio, y vinieron a saludarnos, incluido Quique Sánchez Flores, ¡lo agradecimos, la verdad! (cosecha propia); 8) El túnel que desembocaba en la estación Langenfelde, lleno hasta los topes de la afición atlética, que cantaba a voz en cuello... ¡¡¡Fue muy divertido!!! (cosecha propia).