viernes, 1 de enero de 2010

Las connotaciones de la palabra "cultura"



El otro día andando por Moncloa me quedé alucinando delante de un enorme cartel que envolvía una fachada gigantesca de color azul turquesa, en cuyo centro había un gigantesco paquete de regalo coronado por un lazo rojo. Al principio, no leí de qué era, y pensé que se trataba de la típica publicidad del Corte Inglés (pensé "¡qué acaparadores, estos tíos del Corte Inglés! Tienen todo un edificio en Argüelles -unas manzanas más adelante- y se dedican a copar un edificio entero también de Moncloa...). Luego vi el cartelito amarillito que acompaña a las campañas ministeriales y ya me fijé más en el mensaje de marras: era un lava-cerebros del Ministerio de Cultura cuyo eslogan dice: "La cultura es algo que lo envuelve todo. Estas Navidades regala cultura. Comprar cultura por Internet es más fácil".

Esta estúpida e inútil campaña de nuestro excelso Ministerio de Cultura (representado por nuestra también excelsa "menestra") ha saltado posteriormente a la publicidad en Internet, a la radio y a la tele. En general, casi todas las campañas institucionales me parecen una auténtica mandangada o un panfleto propagandístico que sonrojaría al mismísmisimo Goebbels (y si no, recordemos esas obrazas de arte como aquella de la "no follo sin no es con condón y me merezco un bofetón", por citar algunas de las más recientes), pero es que ésta en particular me ataca el higadillo.

Como últimamente estoy inmersa en asuntos lingüísticos, lo primero que pensé al verla fue que el lenguaje es increíble: puede dejar al descubierto las intenciones del personal sin que ellos se den cuenta. ¡Qué significados tan distintos puede adquirir una misma palabra utilizada por según quién!

Pongamos por caso la "cultura", esa palabra tan maltratada y tan maleada últimamente. Según vemos en la Real Academia, el término viene de cultivo (resulta ciertamente irónico que una palabra que parece elevar a los que la pronuncian a dos palmos del suelo tenga unas raíces tan profundas y agrícolas como las de una simple patata) y su primera acepción alude al "desarrollo del juicio crítico" (qué risa, sólo de pensar en la menestra y sus esbirros esgaélicos, ¡me parto!), la segunda acepción nos habla de modos de vida, costumbres, arte, ciencia, industria y sociedad..., pero nuestro preciado diccionario-autoridad de referencia nada dice de "algo por lo que se paga pa que una panda de listillos auto-bautizados 'creadores' se forren el riñón".

Analicemos las frases de la campaña un instante:

  • "La cultura es algo que lo envuelve todo", que básicamente significa: "No tenemos ni puta idea de lo que es la cultura: igual que la vergüenza, no la conocemos, ni la hemos conocido, ni probablemente lleguemos a conocerla nunca. Sólo pretendemos que te quede claro que nosotros, en nombre de este Ministerio tan molón que nos ha tocao, tenemos derecho a pasar el cazo y poner canon donde nos salga del *oño.
  • "Estas Navidades regala cultura", o lo que es lo mismo: "Ya hemos comprobado que la gente se deja un pastizal comprando cigalas o lo que se tercie, así que te instamos imperativamente por la superioridad moral que se nos ha concedido, ciudadano medio español, a que regales esto que nos da dinerito fresquito a nosotros, a nuestros amiguetes de la SGAE y a todo aquel capullo que se haga llamar a sí mismo 'creador'".
  • La tercera es la mejor de todas: "Comprar cultura por Internet es más fácil". Esto básicamente viene a decir: "Nos han contao que toda esa plaga de piratas internautas que se baja a mansalva nuestras pelis/canciones/libros mega-chachis lo hace con un simple clic. Haz el favor de no ser pirata y pagar por lo que te descargues". Además, pa que quede meridianamente claro añaden el verbo que más importa de todo el cartel: COMPRA. No te vayas a creer que dicen: leer más, escucha música, ve al cine. No. Te dicen: PAYO, CÓMPRAME LA MIERDA QUE PRODUZCO (o que producen mis amigos o socios comerciales). Al unir el verbo "comprar" a la palabra "cultura", hacen que esta última adquiera un significado muy concreto que le revolvería el estómago a Rimbaud y a Verlaine (incluso más que la absenta), e incluso al Capitán Alatriste: todo aquello que no compres, amigo, que no adquieras, en lo que no te dejes los euros, no es la cultura que a nosotros nos interesa y nosotros no nos vamos a preocupar nada más allá de lo que nos llene los bolsillos.

Me da a la vez miedo y vergüenza tener una ministra de cultura que nada tiene que ver con lo que cualquiera podría considerar Cultura con mayúsculas, que menta a Mozart y el pobre compositor se revuelve en su tumba, que en su haber se cuentan bodriacos moralizantes para idiotas como "Mentiras y gordas"... En fin, que hace que a Cervantes le dé urticaria y que nos va a dejar en una posición absolutamente denigrante en cuanto le toque salir de casa y presentarse ante los europeos (que está claro que también tienen lo suyo, pero hasta Sarkozy y Berlusconi parecen males menores -por lo que tienen de ajenos- en comparación con la ignorancia patria). No quiero tener a ministras de cultura que piensan que Sara Mago es una magnífica pintora y no se sonrojan al decirlo (y siguen escalando posiciones), no quiero que doña Sindescargas reciba por la patilla y por demostrar su ignorancia supina cada vez que abre la bocota en público un sueldo vitalicio de ministra: la democracia no debería pasar porque cualquier hijo de vecino que sepa leer lo justo pueda ser Ministro de Cultura... ¡Demonios! No parece lógico que un cargo que suena tan serio lo puedan ocupar payasas sin una mínima cultura (valga la redundancia): hace daño a nuestro país, a nuestra cultura, a la imagen de las mujeres que ocupan altos cargos y hace llorar al niño Jesús, hala.